Dos santibañezanos en África

 

            Creo que ya es hora de que los vecinos de Santibáñez conozcan con detalle la labor de dos de personas nacidas en su pueblo que, desde hace décadas, han dedicado sus esfuerzos y comprometido su salud para que algunas familias africanas vivan en mejores condiciones. Esto es un hecho digno de destacar para que, además, se sientan orgullosos y honrados de tener dos vecinos suyos en pleno corazón de África al servicio de poblaciones, con frecuencia desprovistas de la más mínimo. Desde aquí, su agradecimiento a todos aquellos que les han apoyado y han respondido a sus peticiones de ayuda moral y económica.

 

César empezó su labor misionera en los comienzos de los años 70. Se fue a la República del Benin. Ejerció su profesión con alumnos de la zona. Los ideales marxistas del Presidente Kereku fueron la causa del cierre del colegio donde trabajaba. No había motivos para permanecer más en aquel país y lo mandaron a Daloa, ciudad en auge en  Costa de Marfil. Fue admitido como profesor de un Instituto local. Trabajó allí algunos años en favor de los más humildes. Dejó huellas en la juventud que frecuentaba aquel centro educativo. No satisfecho con esa labor, organizó unas clases de alfabetización. Como licenciado que era en Químicas, lo nombraron, después, Director de colegio de enseñanza media en un pueblo muy conocido en el sur de Togo, Togoville. Allí, dio ejemplo de entrega y dedicación a una juventud ansiosa de alcanzar un nivel cultural que le permitiera ser útil a su país. Luego fue Director de colegio de enseñanza segundaria y de comunidad. En el año 1997 pasó un año de semi-descanso en un Centro de Formación Rural allá en la sabana africana en un pueblín llamado Tami. Los niños de los alrededores fueron objeto de su cariño y su dedicación. En 1998 fue nombrado nuevamente Director de Instituto en otra población del Norte de Togo, Dapaong, donde cargó con la dirección de este centro de educación secundaria hasta que el paludismo recurrente y algunos sinsabores inherentes a su profesión provocaron un deterioro considerable de su salud. En la actualidad se repone de un mieloma múltiple que, gracias a un tratamiento apropiado en una clínica madrileña, ha podido corregir recuperando al propio tiempo nuevas ganas de vivir y  de seguir haciendo el bien allí donde se encuentre.

 

Servando estuvo diez años peleando contra la ignorancia en tierras egipcias. Primero en un colegio frecuentado por alumnos de la clase media alta; después, en un barrio paupérrimo de El Cairo donde las visitas a gente humilde y pobre le hizo ver y padecer de muy cerca los efectos de la ignorancia y de la miseria. Profundamente impresionado por situaciones inverosímiles optó por interrumpir aquella labor que no acababa de satisfacerle. Más tarde, con ocasión de un viaje a Costa de Marfil, replanteó su labor en favor de los más desfavorecidos. Fue entonces cuando inició una serie de estancias sucesivas en varios países de África Occidental a lo largo de quince años. A través de la informática pudo entrar en contacto con jóvenes y familias de algunas ciudades del oeste africano que, en ocasiones, carecían de lo más necesario en esta vida: el agua. De ahí  han surgido numerosos proyectos con el propósito de mejorar las condiciones de vida de un cierto número de núcleos familiares que sobreviven en zonas rurales.

 

En próximas intervenciones detallaremos un poco estos proyectos, algunos de las cuales ya se han llevado a cabo y otros están en vías de ejecución. Que el lector se vaya haciendo a la idea de que dos conocidos y vecinos suyos tan santibañezanos como africanos, muy calladamente, se han propuesto venir en ayuda de alguna gente que lo está pasando muy mal y que vive al margen del tan cacareado bienestar occidental. Ya tienen ellos dos su recompensa si ven el fruto de su denodada labor.

 

                                                                                              Servando Pan desde Dapaong (Togo)